A través de mi lente: DURANGO

Artículo publicado en la Revista Travelmall el 10 de Febrero del 2016

«Hace un par de meses tuve el privilegio de participar en un campamento fotográfico organizado por la Comunidad Mexicana de Fotógrafos de la Naturaleza en conjunto con la Secretaría de Turismo del Estado de Durango. La meta era que fotógrafos con diferentes especialidades y niveles de conocimiento documentáramos las bellezas naturales de la Sierra del Nayar, en la Sierra Madre Occidental.

Yo nunca había visitado el estado de Durango. Lo primero que imaginé fue un desierto de película del oeste con cardos  rodando entre el ambiente polvoso y seco. Después me acordé de un llavero que vi de niña con un alacrán enorme encapsulado en plástico y que con letras doradas y en una caligrafía casi infantil decía: “Recuerdo de Durango”.

Y con esas pocas piezas de información salidas de las memorias de mi infancia me preparé para visitar por un fin de semana ese sitio inhóspito digno de aparecer en un capítulo de Bonanza.

Durango

Llegamos al aeropuerto internacional de Durango y nos instalamos en el Hotel Gobernador, una hacienda de estilo colonial americano que se ubica sobre la avenida principal de la ciudad. La restauración y diseño de interiores logran un ambiente acogedor y lujoso al mismo tiempo que hace que la idea de quedarte ahí toda la tarde tomando un mezcalito cruce por tu mente.

Muy cerca del hotel se encuentra el Centro Histórico. Lo primero que me sorprendió es que… ¡no había polvo! ¿Dónde estaban los cardos rodando y el ambiente desértico? La ciudad se veía sumamente limpia, al frente de la Catedral de estilo barroco había una hermosa plaza llena de árboles y fuentes. Cruzando la calle vi otra plazoleta, llamada Plaza de los Fundadores, con una hermosa iglesia y  fuentes de chorros que juguetonamente brotaban del piso. Un andador peatonal me invitaba a explorar sus comercios y restaurantes. El cielo era el más azul que había visto en mi vida. Todo se veía nuevo, pulcro, escombradito. Era como si la ciudad me diera la bienvenida y me dijera: “Mira, me he puesto guapa para recibirte”.

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Catedral Basílica Menor de la Inmaculada Concepción, Durango

La tarde se nos fue en caminar por ahí descubriendo los secretos del lugar. De los múltiples museos que hay en la zona decidimos visitar el Museo Francisco Villa ubicado en el Palacio de Zambrano. Yo imaginaba una pequeña exposición similar a las que se ven en la mayoría de los museos dedicados a este personaje, sin embargo, la museografía es excelente y tiene muchos elementos interactivos y de multimedia que la hacen sumamente interesante.

Lo que no sabíamos es que todo nuestro recorrido lo realizamos sobre un sistema de túneles utilizados para minería por más de cuatro siglos en Durango. Algunos han sido acondicionados para hacer recorridos a 10 metros de profundidad donde se pueden admirar máquinas y herramientas y la manera en que se utilizaban. Incluso cuenta con un elevador para adultos mayores y personas con discapacidad.

Cuando cae la noche, la iluminación de los edificios, parque y fuentes engalana el centro histórico. Ha sido diseñada expresamente para resaltar su belleza y mostrarnos lo mejor de cada construcción. Y así, fotografiando la noche se terminó mi día en Durango.

No quisiera omitir otras atracciones de la ciudad que no tuve la suerte de conocer y que me invitan a volver, como son el Parque Fundidora, donde se encuentran los vestigios de un antiguo horno de fundición, el Parque Guadiana, con lagos y zonas arboladas donde llegan cientos de garzas a anidar y el parque temático “Paseo del Viejo Oeste” ubicado en los sets cinematográficos donde se filmaron grandes producciones hollywoodenses y que hicieron que Durango sea conocida  como la tierra del cine.

Mexiquillo

Al día siguiente tomamos la carretera Durango-Mazatlán para dirigirnos a nuestro próximo destino: Mexiquillo. El recorrido en sí es un deleite visual. El paisaje deja de ser plano, empieza la sierra y con ella el camino sinuoso, las lomas, los bosques y barrancas. Estás mirando por la ventana un muro de pinos y de pronto, al salir de una curva, descubres un valle lleno de flores amarillas. Pensé que, si ponía atención, podría  encontrar a caperucita roja llevando su cesta con víveres a casa de su abuela.

Los 147 kilómetros que nos separaban de nuestro destino llegaron demasiado pronto y ya estábamos en el Centro Ecoturístico Mexiquillo.

¿Y que hay en Mexiquillo? Bueno, si consideramos que es un parque natural de más de 13,000 hectáreas puedo decirles que hay de todo. Tienen unas cabañas muy lindas y cómodas para hospedarse y es imperativo pernoctar ahí ya que el cielo es tan claro que en una noche despejada puedes ver a simple vista la vía láctea. Pero me estoy adelantando.

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Jardín de piedras, Mexiquillo

Después de instalarnos y comer nos fuimos a explorar el lugar. Empezamos a caminar por un bosque tupido y nebuloso que cedió su lugar a un campo con pasto y de pronto el paisaje se volvió lunar. El jardín de piedras de Mexiquillo es una formación rocosa con elevaciones de rocas con formas caprichosas de 7 u 8 metros de altura. El piso también es de piedra y ahí crecen algunos árboles y flores. Es un paisaje único que parece fuera de este mundo.

Si caminas un poco más logras escuchar el sonido de una cascada. Casi al borde del Jardín de Piedras y el bosque se encuentra una rústica escalera que permite bajar a la hermosa Cascada Mexiquillo. Tiene unos 20 metros de ancho y unos 10 de alto lo que le da unas proporciones muy armoniosas. El caudal sigue bajando hacia el valle entre pinos y niebla hasta que se pierde de vista.

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Cascada en Mexiquillo

El lugar es tan amplio que se necesitarían varios días para explorarlo a profundidad. Hay varias cascadas, lagunas, incluso tiene una ruta de caminata que pasa por una zona en donde se habilitó el terreno y se hicieron túneles para permitir el paso de un tren cuya ruta jamás se inauguró.  El lugar es ideal para realizar campismo, excursionismo, bicicleta de montaña y muchas otras actividades.

Al caer la noche nos dirigimos al Jardín de Piedras para fotografiar la vía láctea con las formaciones rocosas en primer plano. Había llovido así que el piso de brillante le daba un aspecto aún más lunar al lugar. El tapiz de estrellas y la vía láctea brillaban con todo su esplendor ya que no tenían la luz de ningún poblado cercano que las mitigara. Estoy segura de que todos, en algún momento de la noche, hicimos un alto en nuestro trabajo para admirar el cielo y sentirnos uno con el universo.

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Mexiquillo de noche.

RANCHO MOLINILLOS

En nuestro último día en Durango nos trasladamos al Rancho Molinillos ubicado en el ejido de San Isidro.  Fue aproximadamente una hora de paisajes de ensueño lo que nos tomó llegar a nuestro destino.

La comunidad de San Isidro originalmente se dedicaba al trabajo de aserradero, pero ahora los ejidatarios se han organizado para cambiar el giro del mismo hacia el turismo con la premisa de que un árbol vivo genera mayor derrama económica que un árbol talado.

Nosotros nos hospedamos en un pequeño hostal que tiene una vista del valle maravillosa.  En el momento de nuestra visita se estaba terminando de construir un moderno hotel que permitirá que más turistas disfruten de la región.

El paisaje en Molinillos también es boscoso pero aquí se tiene una vista general al valle. Cuenta con varias presas y se pueden practicar deportes extremos como el rapel y la tirolesa. Se pueden dar paseos a caballo o en cuatrimoto.

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Vista del valle en Molinillos

Si tienes suerte, puedes toparte con un venado de cola blanca o con algunos guajolotes salvajes. Nosotros tuvimos mucha ya que camino a la cascada El Salto del Agua Llovida logramos ver un par desde nuestra camioneta y hubo quién incluso logró plasmarlos en una foto.

La cascada El Salto del Agua Llovida merece una mención aparte ya que tiene características muy particulares que la hacen única. Esta impresionante cascada de casi 100 metros de caída libre está formada por dos ríos y aterriza en un cañón con forma de herradura, lo que provoca que el agua forme una piscina de agua azul turquesa antes de seguir su camino. Cuando el viento sopla en dirección al cañón provoca una brisa hacia arriba que hace que los visitantes piensen que está lloviendo hacia arriba. Y si hay Sol incluso se puede ver un arcoíris en la cortina de agua.

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Salto del Agua Llovida

¿Demasiado bueno para ser verdad? Bueno, me falto mencionar algo que fue para mí la cereza del pastel: Mientras admiraba el paisaje imponente que tenía ante mí  y notaba lo pequeñísima que se veía la gente que estaba en el mirador al lado de la cascada, escuché un sonido muy particular. Al girar descubrí en pleno vuelo a una pareja de guacamayas verdes. Resulta que eligieron la pared de esta cañada ubicada a más de 2,000 metros sobre el nivel del mar para hacer su nido. Y con esa vista, no las culpo, si yo tuviera alas y fuera guacamaya seguramente elegiría vivir ahí también.

Y con este paisaje maravilloso terminaba nuestro campamento. Al día siguiente volveríamos a Durango para tomar nuestros respectivos vuelos a casa.

RUMBO A CASA

Me voy con la impresión de que se está trabajando mucho a todos los niveles -Gobierno del Estado, ejidatarios, empresarios y empleados de la industria turística- para lograr que Durango se convierta en uno de los principales destinos turísticos del país y confío en que lo hará, ya que tiene mucho que ofrecer.

Sentada junto a la ventanilla del avión observo como el paisaje se hace cada vez más pequeño. Una parte de mi corazón se queda en este lugar donde caminé en la luna, vi paisajes de ensueño, encontré personajes de cuentos,  me quise convertir en guacamaya y toqué las estrellas. Estoy riéndome un poco de mí misma por todas las ideas con las que comencé el viaje cuando… “¡Tling! Hemos alcanzado los 10,000 pies de altitud. Puede ahora utilizar sus dispositivos electrónicos” – La voz del piloto me regresa al aquí y ahora.

Junto a mí viaja un señor mayor y para matar un poco el tiempo le cuento toda mi experiencia terminando con un: -Y yo que pensaba que en Durango sólo había cardos rodantes…

Entonces, con esa cadencia en la voz que sólo se logra cuando se ha vivido mucho, el anciano empieza a contarme una historia acerca de un desierto con cardos rodantes que hace muchos siglos estuvo bajo el mar. Donde no llueve nunca, pero cuando llueve es por tres días seguidos. Donde le gusta caer a los meteoros y a algún cohete espacial y donde las ondas de radio no quieren viajar. Donde el silencio reina.

Y escuchándolo cada vez más sorprendida sólo pienso que pronto tendré que volver a descubrir otra faceta de este mágico Durango.

Si quieres ver más imágenes puedes visitar mi galería aquí.

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